jueves, 21 de octubre de 2010

Problemas sociales y delincuencia

Definir la delincuencia es tremendamente difícil ya que el delito es aquélla conducta definida así según el código penal, el cual es muy diferente según en que país nos encontremos. Las conductas rechazadas por la sociedad se denominan conductas antisociales y no tienen porqué coincidir. El que comete un único delito no es considerado delincuente, sino aquél que los comete de forma reiterada y que es considerado antisocial por la sociedad. 

La delincuencia en El Salvador son alarmantes. Los medios noticiosos no dan abasto para informar sobre asesinatos, asaltos, robos, fugas de las cárceles, y de cadáveres mutilados de desconocidos, hallados en predios abandonados. Estos hechos son tantos que los encargados de esta clase de información, muchas veces se ven obligados a informar sobre hechos separados en distintas partes —que no se relacionan unos con los otros— en un solo artículo. Y no sólo eso, la mayor parte de los crímenes nunca se esclarece, y los desaparecidos son llorados por las familias sin saber si están vivos o muertos. No sabemos si la delincuencia son mayores en El Salvador que en otras partes. Existen estadísticas que clasifican los países del mundo, según el número de homicidios que ocurren por cada 1,000, 10,000 o 100,000 habitantes, lo mismo que informan cuántos habitantes viven en determinado país por kilómetro cuadrado del territorio, pero las estadísticas de la delincuencia en El Salvador no son lo que nos interesa.

Esos números son para la Policía Nacional Civil y otras agencias de seguridad, para apoyar los presupuestos que someten para el número de agentes que se necesitan para proteger satisfactoriamente el territorio que les ha sido designado. Lo que nos interesa es el impacto que causa en los individuos la delincuencia, que afecta sus vidas diarias y que revela cómo los ciudadanos responden a la amenaza de la delincuencia, a que todos los habitantes de El Salvador están sujetos, y de paso podemos incluir el terrorismo, aunque hasta ahora no lo hemos experimentado.

No hay que perder de vista que la finalidad del terrorismo es tratar de inmovilizar por el miedo y a volver a la gente indefensa. Incluimos el terrorismo como una vara para medir cómo el impacto de la amenaza de peligro afecta a los habitantes de un pueblo.

El filósofo francés Juan Jacobo Rousseau (1712/1778), autor de El Contrato Social, que experimentó la Revolución Francesa en carne propia y ha influenciado poderosamente el desarrollo de la democracia en el mundo moderno, advirtió a sus lectores y discípulos que hay que tener mucho cuidado de no confundir el clamor, los hechos y declaraciones de una minoría con la voz y sentimientos del verdadero pueblo. Ciertamente El Salvador no ha sufrido ataques terroristas de la gravedad de lo ocurrido en Estados Unidos, España, Gran Bretaña y en el Medio Oriente, pero esto no es una garantía de que no podrán ocurrir, provocado por el fanatismo de un loco que se sienta ofendido.

Además El Salvador está expuesto incesantemente a los disturbios callejeros, manifestaciones y el clamor de los enemigos de la democracia, que buscan desestabilizar el país, minar la confianza del pueblo en el Gobierno y obstaculizar las medidas positivas que propone. La economía del país afronta duras pruebas por el alza en los precios del petróleo, la globalización, y la adaptación a los cambios que sin duda la aprobación del TLC traerán a la estructura agroindustrial y al comercio. Estando en las vísperas de unas elecciones cruciales para el futuro del país, todos deben tener especial cuidado de no confundir el clamor y los disturbios de una minoría radical que sólo busca el poder con la voz y sentimientos del pueblo.

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